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sábado, 10 de octubre de 2009

Exquisiteces de un lenguaje artístico "nuevo"


"La buena escritura, según Mr. Addison, consiste en expresar sentimientos que son naturales pero que, al mismo tiempo, no son obvios. No puede haber definición más justa y concisa de lo que constituye el arte, de escribir bien."
(Sobre la sencillez y el refinamiento en el arte de escribir. David Hume)



Últimamente, a razón de dos artículos que se publicaron aquí en los que se analizaba expresiones que, pese a todo, a unos les parecen variantes alternativas del arte, aunque a otros no, tales como el cómic o la fotografía; descubrimos por ello un notable interés de nuestros lectores para acercarse a dar su opinión y otorgarnos su criterio por medio de sus comentarios. No obstante, hemos de decir que, lejos de encontar un sí o un no categóricos como solución definitiva a la línea previamente trazada en artículos como "Donde yace el arte", entre todos hemos dejado en una ufanosa tela de juicio a esas expresiones "seudoartísticas", sin llegar a discernir cuantitativa y cualitativamente, en más o en menos, o incluso en un porcentaje determinado, a favor de la razón o no de las cosas; o sea, en busca de ésa verdad que tanto nos cuesta a menudo de encontrar. Por tanto, al ver el denodado aprecio por estas cuestiones de algunos "habituales" de éste blog, hemos decidido acercarnos a ellos para crear una nueva fuente de criterios que estamos seguros que vendrán a valorar.

A menudo, cuando nos hablan de política, a gran parte de la gente poco les falta para saltársele los ojos o ponerse a llorar. Y no es para menos, ya que estas "dignas personalidades" no infunden el más mínimo respeto a más de uno. Solamente con los escándalos que protagonizan y lo que dicen a veces ya nos vienen ganas de romper el periódico en un millar de trozos o tirar el televisor por la ventana. Pero, algo si debemos tener claro, no es de exclusiva política llevar este modus operandi. Para ello, tendríamos que remontarnos en la historia hasta llegar a los primeros decenios del siglo XX. Antonio Gramsci, filósofo y político donde los haya, fue uno de los grandes pensadores del socialismo posmarxista europeo. Después de la Gran Depresión, fruto de una larga temporada en la que estuvo encarcelado debido a su conexión con el PSI y, lo que quería decir que por causa directa se hallaba en contra del régimen fascista del Duce, escribió una gran cantidad de manuscritos téoricos, más considerados filosóficos que político-económicos, pero que en sí pueden dar significado a muchas de nuestras preguntas. Cuestiones y máximas "eternas" del ser humano, como el materialismo, el individualismo, la productividad. Éstas son, principalmente las tres realidades que forman el prisma en el que nos hemos convertido. Un volumen muy poco común y en continuo desarrollo que, día a día consigue aniquilar todo el patrimonio artístico legado por nuestros partes, alcanzando una línea de extremo Schopenhauerismo, producto de un nihilismo excesivo que nos identifica como personas.


Persépolis es la historia autobiográfica de Marjane Satrapi, con la que esta iraní ha sido galardonada con numerosos premios, después de vender más de medio millón de ejemplares en todo el mundo. Éste es, sin duda, uno de los efectos de este "arte moderno" del que hablamos aquí. Una historia literaria que se nos aparece en forma de cómic, y no como la mayoría de sus antecesores (Conan el bárbaro, Harry Potter, El señor de los anillos...); el cual se ciñe de una cinemática que describe perfectamente a una sociedad, un pueblo, un modo de vida. Una realidad que, no podríamos apreciar sin sus ilustraciones, dado que lo que se expresa allí es un gran vídeo literario de ése Irán sincrético que nadie conoce. Es esta una de las claras excepciones por las que percibimos este lenguaje artístico "nuevo", que es claramente diferente del que siempre se había cocinado.




Y esta flexibilidad vital se refleja en nuestros actos como un gran y violento impulso; como una respuesta contundente, un sustrato de rebelión que a todos nos envuelve y nos conlleva a eliminar el arte para transmutarlo en la forma que queremos que exista. ¿Es eso bueno? Naturalmente. Debe ser así. Nadie puede detener el curso de la historia. Lo extraño sería que continuasen cincuenta años más de inactividad artística. El fotorrealismo, el realismo escenográfico, el cómic (...) y una larga enumeración de tendencias que se desviaron otrora de fenómenos como el pop, el punk y otros estilos sociales, representarán, sin lugar a dudas, el arte del mañana. El problema es que a día de hoy no las entendemos o no las queremos entender, por parecernos elementos dispares, fenómenos inconexos, tabúes sicológicos a los que se ha sometido nuestra sociedad. Pero no es así. Es el futuro, nuestro futuro. Y no debemos perderlo.

Cuando nos hablan de la artesanía de la lengua, del apellido que tenemos o de las afinidades sexuales que profesamos, tendemos a soliviantarnos o desviar la atención hablando de cualquier otro tema que nos afecte menos. Pero, aún con todo, sabemos que ese autoengaño sólo representa un modo de reflejar nuestra aversión a todos esos aspectos rancios de ver la vida, para, aunque sea a escondidas, vivir la nuestra. Debemos dar gracias a que esos síntomas de impotencia hacia el mundo en que vivimos, lejos de erradicarse algunos, gracias a la emancipación de la mujer, el extremo liberalismo y a la nueva apertura de derechos sociales favorables a colectivos como los LGTB, estamos comenzando a otear en el horizonte un gran foco de esa libertad total tan soñada por muchos. Y como efecto directo de éstos términos debemos descubrir un nuevo arte. Un arte nuevo provisto de un lenguaje desconocido hasta ahora cuyo código consiste en la manifestación multilateral de nuevas ideas y tendencias. Manifestaciones de algo que se nos parece artístico, pero que no sabemos si realmente lo es. En sí, podríamos incluso pensarlo como una variante de ese ANTIARTE que promocionaban enfervorizados los dadaístas. Pero no. Es una expresión nueva, un anticulto, un antiarte, un antitodo. Es precisamente en esa tergiversación de todo lo existente donde yace el futuro que nos espera. Es nuestro destino. No puede ser de otra forma.


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