¿Qué lecturas os seducen más?

sábado, 20 de marzo de 2010

La procesión (prosa breve)



'El incierto destino de la mácula etérea'



'Sus labios eran carnosos, alargados; parecían una gran ola en plena marea de media tarde. La sensualidad más heterogénea sobresalía de esa boca exterior que se te anunciaba como la perfección más íntegra de tus deseos. Te había enloquecido, y tú, abstraído ante esa idílica visión quedabas, poco a poco, a merced de esa unión de nervios y carne que se iba haciendo más y más grande en la medida que se te acercaba, incontenible, amenazándote engullirte por completo.'

Ángel Brichs



Me encontraba en un bar. No era ni más grande ni más pequeño, pero estaba cerca de la estación de tren, y eso era más de lo que necesitaba.
El camarero, que a su tiempo era amo del establecimiento y trabajador a jornada completa, servía cafés, bocadillos y, de vez en cuando, un o dos cubalibres a algún cliente que decía necesitarlos.
Cogí del asa el respaldo del primer taburete que encontré y de un suave impulso, me senté.
Saqué mi libretita y anoté algunos de los detalles que había estado observando desde que puse los pies en el local; y aunque no había mucho que contar no dejé de echar mano a la estilográfica, la cual, poco a poco iba agotando la tinta más rápido que la tragaperras, que se recostaba en una de las esquinas de la entrada, el dinero de sus clientes. Y fue entonces cuando apareció. Morena, delgada; sin muchas curvas ni un escote de infarto que la acompañasen; el fiel prototipo de esa mujer moderna e independiente que estrenó hace décadas, una, en esos tiempos extravagante Cocó Chanel. Sin parar dos momentos se plantó, sentándose a mi lado.
Levemente giré la cabeza, ladeando una mirada insignificante de curiosidad.
Poco había que ver, la verdad; no obstante, buscando buscando, siempre hallas algo. Un rictus en sus labios y un temblor repentino fueron las respuestas a mi búsqueda.
Entonces me decidí a mirarla, fijamente, cara a cara; a los ojos, con los míos, en línea recta e intermitentemente; sin compasión. Ésta era una prueba de rigor desde tiempos inmemoriales. Por este experimento se adivinaba desde el carácter hasta la respuesta a una futura relación. En pocas palabras, los límites del absoluto, del sí al no. Sin embargo, un grave problema la mostraba, cual espejo roto, ante mí. No era trigo limpio. Lo presentía.
Pidió un té y solicitó que le añadieran un trocito de limón. Mezcló la infusión con dos terrones de azúcar y se bebió con calma el histórico sucedáneo.

La mujer tiene muchas formas de causar molestia a un hombre. Ignorarle es una de las más conocidas. Muchas lo hacen para demostrar una falta de interés. Otras, en cambio, para allanar el camino de una futura conquista y, al mismo tiempo, dominar la situación. Ésa, sin embargo, lo hacía por despecho, o por problemas más graves que sólo ella conocía. Los motivos de referencia: unas gafas de sol más negras que el infierno de la pija más atrevida del mundo y una melena que le tapaba media cara oscurecían toda posibilidad de éxito para un hombre cualquiera, incluso yo.
En fin, ella se lo había perdido, porque yo ya tenía mi historia.



Copyright:


Del relato:
Ángel Brichs©


Imagen:
Abi Pap, 2010©


Publicado en este blog bajo el consentimiento del autor:
www.literaturadart.blogspot.com


1 comentario:

Pluma Roja dijo...

Interesante y cotidiano relato. La descripción física del personaje central y las características de una mujer cuando quiere conquistar sin que parezca conquista muy atinada.

Me gustó mucho.

Saludos cordiales,

Hasta pronto. Un feliz finde.

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