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domingo, 20 de marzo de 2011

El poder de las palabras




Nos hablan de impulsos, de pensamientos antagónicos, de sueños y realidades dispares que nos remiten a tristezas y alegrías, pero también a excesos y veleidades, andanzas nuestras de dudoso criterio y de dudas en grandes proporciones; pero cuando suscitamos palabras determinadas, conceptos exiguos que entrañan misterios imperceptibles, el subsconsciente condiciona nuestro humilde raciocinio, lo cual nos hace perder el control. Un hecho que nos acompleja, nos hace temblar y nos condiciona, sin duda alguna.


Cuando leemos o escuchamos verbos como acariciar, besar, penetrar, un proceso bioquímico se produce en nuestro cuerpo, y un impulso irracional e irrefrenable recorre nuestro cerebro a causa de un nodo simbiótico que se yergue ante la explosión de placer inmaterializado que vendrá de la mano de la conductora de dicho proceso: la imaginación. Todo nos lo decimos. Y no hay necesidad de realizar nada para creerlo posible. Basta con pensarlo y dar rienda suelta a nuestras pasiones, a nuestros sentidos, desinhibiéndonos, sin pensar en las consecuencias.
¿Qué consecuencias? Sólo falta que repitáis en vuestras cabezas una misma idea, un mismo deseo, un mismo pensamiento, y quedaréis subyugados al mismo. Entonces perderéis la capacidad humana que hace de nosotros unos seres especiales y caeréis víctimas de vuestros instintos animales, remontándoos a las leyes naturales, estrictamente biológicas y no cognitivas, que rigen el mundo animal. Vuestros niveles de serotonina quedarán establecidos en un porcentaje definido por la medida de vuestros intereses, ya unidos a los cambios eidéticos de vuestro carácter. La verdadera inutilidad de todo ello: que si no creéis no sentís, pero tampoco podéis experimentarlo si tampoco lleváis a cabo la segunda parte del proceso: el sexo, entendido como praxis, en este caso. Para ello debemos aprender a dominar nuestros impulsos y enjugar nuestras lágrimas de placer para mediar en algo también propio del mundo animal: el cortejo. Más allá: lo que nos depare la noche, el día, la vida, nosotros, y sobre todo, un criterio muy crítico, o cínico, depende de como se mire y con quien te acuestes. Pero ante todo: palabras, ya sean de Safo o de Sade, de Casanova o de Tenorio; conceptos, preceptos, formas de actuar: mucha imaginación...




Artículo: ©Ángel Brichs
Imagen: © Wikimedia Commons


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