¿Qué lecturas os seducen más?

martes, 26 de abril de 2011

Ángel Brichs prepara su nuevo libro


Entre la larga lista de deberes que han tenido ocupado a nuestro impertérrito colaborador, Ángel Brichs, durante esta Semana Santa, cabe destacar una noticia que recientemente publicara en su perfil de facebook, y que a su vez, ha tenido el detalle de compartirla con nosotros.

La noticia, posteada como Nota en su perfil de la conocida red social, difunde una nueva publicación del autor, la cual verá la luz en breve:

[...] Un nuevo libro ha florecido durante este Sant Jordi: se trata de una antología de relatos, poemas y artículos que versarán en torno al sexo y el amor, los cuales he ido escribiendo, aquí y allá en los últimos dos años. Algunos: el resultado inacabado de otras publicaciones menores que no siempre vieron la luz [...] 
[...] la obra albergará una fontana de artículos y relatos relacionados con la corriente otaku y el anacoretismo derivados de Internet [...] 

Por esa misma razón, el autor ha querido colgar la información sin filtrar directamente a la Red, con la esperanza de captar el interés de alguna editorial que quiera hacer hincapié en uno de los temas del momento... Para ello, el autor ha dejado su dirección electrónica personal a disposición de aquellas editoriales que deseen contactarle.

Más información en:
www.facebook.com/home.php#!/notes/ángel-brichs/noticia-literaria-muy-caliente/212987572053317


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"El encantador de abejas", el fin de una saga



Con una introducción muy dada a lo espectacular (de otra parte, muy típica de las dos novelas, anteriores a ésta, que componen la trilogía de «thrillers de misterio» que vio la luz con La habitación de las mariposas), Ramón Cerdá nos sumerge en un recorrido histórico donde hará mella en los instintos más atávicos (preparándonos un excelente cóctel donde intriga, erotismo y, por vez primera, historicismo, se unen con efectos devastadores).


«[...] El suceso del deportivo y el accidente que sufre Alberto (consecuencia del cual yace en silla de ruedas), recuerda a uno de esos guiones de los episodios de la ya extinguida serie norteamericana Twilight Zone, con ciertos visos a algunas piezas maestras de la filmografía contemporánea (como El coleccionista) [...]». Ángel Brichs

Reencarnaciones, dejavúes, símiles entre planos de conciencia y edades históricas que se unen en una traslación de mundos que conseguirán absorber al lector a lo largo de sus páginas, limitando el hilo conductor de la novela a pequeñas coincidencias, poco apreciables ante una lectura corrida. En esa línea, Cerdá sigue usando la técnica del narrador omnisciente para ahondar en el sustrato argumental multiplano que nos ofrecen la mayoría de sus novelas:


«[...] Al principio todo comenzó como una forma de seguir divirtiéndose asustando a los niños, pero unas cosas llevaron a otras y cuando quiso darse cuenta, uno de sus hombres estaba abusando sexualmente del más pequeño. Tal vez en otras circunstancias todo hubiera acabado con una reprimenda suya al soldado indisciplinado, pero los vapores del alcohol parecían actuar con voluntad propia. En lugar de reprenderlo, se unió a él, y pronto los tres hombres desahogaron sus más bajos instintos con los pequeños. La violencia llegó a tal extremo que los dos niños acabaron salvajemente acuchillados y lanzados al seno del río. Fue entonces cuando un especie de venganza divina en forma de plaga se abalanzó sobre ellos. Miles; quizá millones de abejas atravesaron con un zumbido ensordecedor el cauce del río oscureciendo el cielo. Los tres hombres lucharon inútilmente con sus armas agitándolas al viento una y mil veces, pero en cuestión de segundos sus cuerpos estaban totalmente cubiertos por un sinfín de pequeños cuerpos. [...]

[...] Entre la espesura de las miles de abejas pudo ver cómo sus dos hombres cada vez movían con menor ritmo e intensidad los brazos, corriendo en círculos como locos y chocando en ocasiones entre ellos. Las abejas que dejaban sus aguijones envenenados iban cubriendo el suelo en un amplio círculo alrededor de ellos; algunas acababan corriente abajo. [...]».
(El encantador de abejas, p. 50)


Historias dispares (aun con puntos en común) que convergen, al final, en el habitual epílogo inquietante y sorprendente al que suele tenernos acostumbrados este autor, el cual se jacta de destripar (a lo largo de la obra) argumentos paralelos que describirán, siempre, el gozo de la sangre y las vísceras, algo que carece de etapas históricas, descubriendo que la crueldad cambia bien poco, a excepción de aquéllos que la ejecutan. Un nutrido grupo formado, entre otros, por Merrick, Jack the Ripper o Herodes, unidos en una gesta literaria que nos puede recordar algunas obras de Giovanni Papini, eso sí, aparcando la especulación histórica para guardar un especial celo en el tratamiento de los personajes reales que aparecen en la novela (ello sin dejar de crear polémica: como veremos en María, la madre de Jesús, la cual también jugará su propio papel).



«[...] Influencias claras a algunos de los grandes de la novela de terror (como Stephen King) se dejan entrever en las páginas de El encantador de abejas, quizá hasta ahora, la novela más madura de Cerdá, y aunque el cotejo de escenarios-acción-contenido no sea muy original que digamos, sí posee retazos que te pueden llegar a sorprender, cosa poco difícil si tenemos en cuenta algunos nombres de los capítulos de la primera parte: Cómeme, Eructaré después de comerte o La madre de Dios [...]». 
Ángel Brichs
 
 
Y como ya es habitual en el valenciano, ese componente erótico al que siempre nos tiene acostumbrados, se funde con el misterioso mundo de lo paranormal añadiéndole también, esta vez, un interés especial al texto:

«[...] Cuando quiso darse cuenta, absorto como estaba con los movimientos de sus pechos, la otra prostituta se había desnudado completamente y hacía gestos obscenos hacia la ventana. El vigilante aplaudía y reía. John estaba asustado, a la vez que mareado y excitado. A pesar de la angustia que sentía, no podía frenar la erección que amenazaba con romperle los pantalones. La prostituta desnuda, mucho más guapa que su compañera, se acercó a él y lo abrazó por detrás sin dejar de mirar hacia el cristal, donde los rostros babeantes no dejaban de reír. John notó la presión de sus grandes pechos en las protuberancias carnosas de su espalda.
—Ya basta, ya basta —dijo el vigilante que había recuperado la compostura.
—Vestíos, que esos de ahí fuera no han pagado lo bastante como para que esto pase de aquí. Tal vez otro día os deje continuar hasta el final. Será divertido ver cómo se corre la alimaña esta. Debe de ser verdaderamente asqueroso —añadió riéndose la gracia. [...]».
(El encantador de abejas, p. 68)


«[...] Una novela que entretiene. Muy recomendable para llenar nuestros pequeños ratos de ocio y, con suficiente acción y erotismo para asegurarnos una buena distracción en el verano que se acerca, el cual estoy seguro de que será algo más caliente y brutal, para aquellos que la lean. [...]».
Ángel Brichs








Título: El encantador de abejas
1ª edición (2010)
ECU -Narrativa
Género: novela de misterio
Autor: Ramón Cerdá
371 páginas
Precio: 21 €

Más información en:

 



lunes, 25 de abril de 2011

Prosas escogidas, XII: José Anís

¿De qué se murió el niño?

Cuando las muchachas bajan a este río, las veo bañarse. Catalina es la más hermosa. La pienso a cada rato. La beso en la piel azucenada, salada y tersa. La sueño como las abejas sueñan con las flores.

La conocí en alguna tarde brillante igual a hoy. Venía enfermo de los ojos, los traía todos amoratados y casi me estaba quedando ciego. Ella vivía con la amiga Gabriela en la choza que hicieron en el pantano. Entré despelotadamente por la puerta, dije no se qué de piedras que me lanzaron y caí desmayado a los pies de ellas. Luego, me acostaron sobre montones de centeno que guardaban para calentarse en las noches. Duré dormido cinco días. A la mañana siguiente Gabriela empezó a preguntarme que si me gustaba Catalina, que si me quería casar con ella.
Entonces me olvidé de Tatiana.

Tiempo después, cuando ya me había casado, me llegó la noticia de la muerte de Esteban, el hijo que tuve con la Tatiana. Hasta aquel momento, jamás había sabido del hijo mío.
Salí del pueblo, le hablé a Tatiana con la verdad. Discutió que no me la hubieran contado antes. Lo único que faltó fue que apareciera la Catalina a alborotar el entierro.

María Arcángel, mujer sabia, casta y viuda llegó llena de remordimientos. Fue ella quien me rompió el compromiso con Tatiana. Fue ella quien se robó el oro con que pensaba pagar el costo de la boda. Me organizó la fiesta de despedida de soltero. Me emborrachó con ron de caña. Me metió a la mujer del viejo Enrique en la cama. Todo lo hizo para impedir el casamiento. Pero la vi tan vieja, que no me inspiró la rencura que siempre alimentó en mi corazón, sino la ternura senil por ser la niña más grande que habría podido conocer.
Le pregunté:

—Vieja, ¿de qué se murió el niño?

No supo responderme.
Más tarde, cuando la gente se regresó con el estómago vacío, pues la plata no les alcanzó para los pocillos de tinto. Volví a preguntarle:

—Vieja, ¿de qué se murió el niño?

Se hizo la muy sorda y no me volvió a hablar.
Cuando ya nos íbamos a dormir. Aproveché la ocasión para preguntarle por última vez:

—Vieja, ¿de qué se murió el niño?
—¡Ay!, Sebastiano. Tú si que eres muy insistente.

Calló un momento.

—Esteban no es tu hijo. Tatiana te quiso, Sebastiano. Pero no llegó a parirte el hijo.
—¿Tú sabes que a ella la intentó violar el viejo Enrique?
—Sí.
—Pues ese no se quedó en intenciones. Lo hizo. Y la manchó para siempre.
—Tú eras la esperanza de remediar la situación. Pensaba que, tal vez, casándola contigo recuperaría la honra. Pero ella fue más allá. Se enamoró de ti. Y eso yo no iba a permitirlo.
Enmudecí.
—¿De qué se murió el niño?
—Eso no te importa.
—¡Yo soy el padre!
—¿De quién?
—Del niño.
Me convertí en jinete por despecho. Tatiana no me perdonó la infidelidad. Bebí el aguardiente más amargo, la indiferencia. Me fui de la villa para siempre. La busqué en los ojos negros de otras mujeres. Jamás la encontré. Aprendí a contar las noches que pasaba lejos de ella. Aprendí a cazar las panteras de la selva. Aprendí a llenar mi vida de nostalgia. La nostalgia envejecía como las azucenas que crecían en el jardín, que Tatiana no volvió a regar. Pero la tenía petrificada dentro de mí. Envejecía con mí.

La vida se transformó en el débil son, muy débil, que siempre pensé que era el idilio. Al contrario, era el sonido de las ranas, era la cadencia de la pesadumbre. Avanzaba por los naranjados senderos de la hiel. La lloraba hasta alcanzarme la noche. Me dolían los labios que la amaron. Luego, la desprecié. No sospechaba que allá en el pueblo, todavía se moría por mí. Las cascadas purificaban ese amor. Las hermanas de la Tatiana eran más hermosas que Tatiana. Y la Tatiana tenía los ojos bonitos, negros como el café. De eso me enamoré.

Empecé a frecuentar la casa de la mamá. Le llevé girasoles, leones de juguete y hasta la cría de mi burro. Así fue creciendo la simpatía entre los dos. La llevé a los arrozales, donde la hice mía. Cuando decidí casarme, le llevé orquídeas. Su papá era cónsul en Milán. Allá conoció a la María, que murió al bautismo de Tatiana.

Vagaba por el desierto de la soledad. Entonces conoció a esa mujer italiana, bella como el narciso, dulce como el caramelo. El nicho vacío se hizo fértil. El año siguiente su mujer dio a luz a la niña Tatiana Teresa y Carmelo.Tras eso, la madre del cónsul, lo mandó a llamar, porque los viudos nunca serán felices sin la compañía de cualquier mujer. Y menos con hija que criar. El señor Joaquín se conoció con María Arcángel en la escuela rural. Por esa época, él presidía la junta de maestros. Ella llegó para reparar la vida de ese ermitaño atolondrado, que bien podía comer jabón por el desorden que le dejó en los sentidos la muerte de María Teresa. Ambos pasaban las noches, oyendo la música del trío de guitarras que se reunía a cantar en la plaza del pueblo.

Pronto, cuando María Arcángel ya se había instalado en la Pensión de los Maestros, el señor Joaquín empezó a enviarle frutas. En agradecimiento, ella lo invitó a cenar alguna noche de julio fría. Encendieron la chimenea. Desde entonces lo amó con el alma.
Los meses subsiguientes fueron zozobrantes para los dos. María había quedado embarazada. No estaban casados. Los hijos les nacerían bastardos. Decidieron ir a donde la mamá de Joaquín. Ella los recibiría. Los ayudaría a guardar el secreto.

La Tatiana tenía diez años. La raíz de la femineidad le brotó tan de prisa, que ni siquiera la buena Encarnación Dolores, que presentía los pasos de la niña antes que ella los resolviera, se dio cuenta de cuando nacieron los vástagos de tal belleza. El espíritu de la abuela no la juzgó nunca. En cambio al papá, cada vez que no le agradaba algo, agarraba el cinturón y se lo lanzaba a las nalgas de Tatiana. Ese hombre llevaba el corazón inquieto del león.
Tatiana no lloraba. Gemía como gata. Gemía cuando la mantenían a pan y agua. Gemía al torcer el camino que su padre predestinó para ella. Gemía cuando en los campos se escuchó las semillas del arroz creciendo con la lluvia. Los montes desbordados por el agua de los manantiales. Los bueyes enterrados por la melaza del trapiche. Los hombres escapando de la creciente que llegaba. Y nosotros pensando en el amor. La corriente nos arrastró fuertemente. Al otro día, el fuego se extinguió.
El dolor fue siete veces mayor.

Encontré el diario que al huir ella olvidó. La primera hoja traía el corazón pintado con sentimientos que fueron verdad. Pero luego me explicaba que tendría que marchar. Releí, releí. Recordé los domingos, sentados en la mesa me pedía escucha los fragmentos del diario de mi vida. Buscaba alivio para vendar mis heridas.

Después del entierro la besé.

—Me besaste... —Se tocó los labios.
Me agarró la mano.
—Me da tristeza hablarte así, creo que lo que sentía por ti ya se murió.
Me dio la espalda.
El día que regresé de otro lugar, la gitana del puerto donde anclaba el barco, me llevó a la tienda que atendía. Sacó del baúl pesado de debajo de la mesa de barajas la fotografía que Tatiana se tomara de perfil, para que la llevara en el bolsillo del pantalón. Tan feliz me sentí, que hasta pensé en otro encuentro, que algún día la volvería a ver.
Por ella me fui. Y por ella volví.

 

La luz de luna. La luz de estrellas. Todo se hizo eterno. Cuando rió sentí nacer flechas de cariño dentro de mí. Los niños me contaron que a nadie quería. No la olvidé de ahí en adelante. Dejé caer mi alma en las manos de Tatiana. Una, dos, tres serenatas y ya la tenía.

Al hablarme la vieja María Arcángel de la violación de Tatiana, valoré el temple de Tatiana, el mejor que podía tener cualquier sagitario en esa situación. Me imaginé cómo se habría sentido, siendo tan niña, tan frágil de espíritu, tan dócil como las palomas de la plaza. Siempre que me encontré con ella, evité mencionar ese percance. A veces el polvo del tiempo es mejor no correrlo.
¿Cómo me habría perdonado?; ¿cuál llaga habría cerrado más rápido?; ¿habría conseguido algún nuevo querer?; ¿habría logrado borrar el recuerdo del viejo Enrique?; ¿de qué se murió el niño? Esas preguntas pronto hallaron reposo en otras mentes. Yo quería volver a ser el amigo. Lo único que se había preservado del odio era la amistad. La cuidé todos estos años. Lo único que debía hacer era preservarla algo más.

El bebé nació en agosto, muy lejos de mí. El bisabuelo mío, que estaba muy enfermo, se tomó la última foto de la vida con él. Tomó mazamorra de plátano hasta los nueve años. Y se murió a los quince. Yo no sabía qué sentir cuando me contó que tuvo niño. Ni tampoco qué decir cuando supe que había muerto. Fue como el escalofrío que da al subir los páramos. Eso. Tatiana me miraba a los ojos con los ojos heridos. Esperé que se le pasara la angustia. Al rato, vi que estaba mejor. Llamé a Catalina. Trajo dos pocillos de café y se sentó a hablar con nosotros.
A la mañana siguiente, Tatiana despertó nueva, brillante y con la tez cambiada. Catalina la había invitado a pasar la noche con nosotros. Ella aceptó. Parecía vieja por las vicisitudes, pero al otro día se volvió más joven. Ya no tenía arrugas en la cara. Ya no tenía canas.
El luto que siempre usara desde que la reencontrara, desapareció del equipaje. Lo tijereteó. Luego, lo quemó en el patio de las gallinas. Miré esto con estupefacción.

Esa no podía ser la Tatiana que me había buscado por mil caminos. Esa no podía ser. Esa no podía ser la Tatiana que me había visitado ayer. Esa no podía ser. Esa no podía ser la mujer, la madre de mi hijo. Esa no podía ser. Le pregunté:
—Tatiana, ¿te sientes bien?
—Sí, estoy de maravilla.

No podía ser.
Quedé atrapado en cierta época, y eso no me dejaba ver que la gente a mi alrededor cambió. Las raíces de mi descendencia fueron cortadas muy temprano, sin dar tiempo para que se enamoraran, o al menos besaran. Hoy no entiendo por qué me tocó vivir tanto tiempo. La selva me retrajo los sentires. El mar me infló el pecho. ¿Y los hijos? La luna me los arrebató.


Fue en noche plateada la violación de Tatiana. Fue en noche plateada mi huida de la villa. Fue en noche plateada, cuando el demonio me arrebató la esperanza de hacer mi vida con los niños.





Joan Sebastián Ascanio, natural de Ocaña (Colombia), es un autodidacta que empezó a escribir con tan sólo doce años. Convertido ya en adulto, se muestra a sus fans por las vías que ofrece Internet (principalmente blogs y redes sociales), que es donde publica su poesía y prosa corta, las cuales yacen en una línea donde la ficción es, a menudo, descrita con connotaciones un tanto surrealistas. Su nombre de combate es José Anís, seudónimo con el que ha querido firmar algunos de los textos con los que colaborará, a partir de ahora, en LITERATURA DEL MAÑANA.




 

Imagen, fuente para la reseña y relato: ©José Anís
 
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"Margarita Blue" se viste de poesía




Los miembros del The Poetry Brothel, ayudados por algunos de los bohemios más «cool» del panorama literario catalán, llevaron el show itinerante que la Madame Eva León ha importado desde Nueva York, sorprendiendo a los asiduos de la coctelería-restaurante del «Gótico barcelonés», Margarita Blue, el día siguiente del pasado Sant Jordi 2011.


 
En el más puro ambiente festivo, la misma regenta del local (adoptando el seudónimo de Pina) se insinuó, como una poetisa más, para vender versos en tropel a todos aquellos clientes que se los quisieron comprar.
Toda una orgía literaria a lo Cocktail, donde los declamantes ejercieron como putas de la literatura; y donde el oficio más viejo del mundo se hizo, por vez primera, «sin tomar precauciones». Un evento muy especial que ha servido para cerrar un Sant Jordi más atípico de lo habitual.


 









 
En imágenes: Víctor Amela, Teresa Reyes, Roser Amills, Agustín Calvo, Ángel Brichs, miembros de la Cía. Human Trash, el trío musical Los Skinddables y las hermosas prostitutas del grupo de performance poético The Poetry Brothel, entre otros(as).



Más información en: www.prostibulopoetico.com


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jueves, 21 de abril de 2011

Prosas escogidas, XI: Ignasi Raventós

La fuerza de la fe

Aquella mañana, la plaza mayor de Chañaral amaneció ocupada por cientos de sillas de madera perfectamente alineadas y encaradas a una pantalla de vídeo gigante. Entre ese mar de sillas, se veía al Padre Carmona con un ir y venir apresurado poco frecuente en él. Corría más que andaba. Daba vueltas, se frotaba las manos, miraba a uno y otro lado, se ajustaba su gastado alzacuellos. Ahora estaba contando sillas, ahora apremiando a los técnicos de la pantalla de vídeo, ahora saludando a los pocos periodistas acreditados; dos minutos más tarde estaba asegurándose que no faltasen bebidas para los congregados y acto seguido mirando el cielo y rogando a Dios que esos nubarrones que despuntaban por las montañas no desluciesen un día tan especial.
Aquel día, un veintitrés de abril, a miles de kilómetros de distancia, con la Cordillera de los Andes y todo un océano por medio, se estaba eligiendo un nuevo Papa. Y entre los papables estaba el cardenal chileno Ferrero, hijo predilecto de la comuna de Chañaral. Un hombre de Chile que representaba a más de setecientos millones de católicos latinoamericanos, africanos y asiáticos. El defensor del mundo pobre. Un pastor del pueblo que, de ser elegido, haría llegar la voz del tercer mundo al resto de la cristiandad. De eso estaba convencido el Padre Carmona, que había tenido ocasión de oficiar con el papable en varias misas de alto postín y conocía bien sus buenas obras.
El domingo anterior, el padre Carmona había exhortado a sus feligreses para que acudiesen a presenciar el cónclave en la gran pantalla, y a rezar por la designación de su eminencia.
–Id a vuestras vuestras aldeas, a vuestras casas, animad a vuestros amigos y vecinos. Nuestro querido cardenal necesita el apoyo del pueblo. Chañaral será el centro del catolicismo y aquí tenemos que estar todos –les dijo en la homilía.
El padre Carmona consultó su reloj y una vez más repasó las hileras de sillas. Todas tan bien alineadas como los bancos de su pequeña iglesia. Estaban vacías, de momento. Pero ya se llenarían. Se dirigió al lado izquierdo de la pantalla. Sobre un caballete, un gran retrato del cardenal Ferrero. Le pareció que estaba un poco bajo y ajustó la altura del soporte. Luego se giró y observó la amplia plaza engalanada. Se secó el sudor. Ya no había nada más que hacer. Tan sólo esperar la llegada de sus feligreses.
Un técnico de vídeo se le acercó para pedirle permiso para poner en marcha la pantalla y preguntarle qué canal quería ver. Por supuesto, el Canal Nuevo Tiempo, le dijo y fue a sentarse en una silla de una fila intermedia para asegurarse que se veía bien. Al tomar asiento se le aflojaron los músculos y se le distendió el ánimo. Suspiró. En la Capilla Sixtina, junto a la gran basílica de San Pedro en el Vaticano, el cónclave ya había empezado. La jornada sería larga y dios quisiese que gloriosa.
En el canal Nuevo Tiempo, estaban retransmitiendo una tertulia sobre el cónclave. En una ventanita sobreimpresionada en la esquina superior, se veía un gran plano general de la Plaza de San Pedro. Ahí estaba el cardenal Ferrero haciendo valer su santidad, pensó y le envió una bendición. Las intervenciones de los tertulianos centraron su atención. Estaban hablando sobre el perfil de uno de los papables. Un italiano de setenta y dos años. El que más opciones tenía para llevarse el anillo del pescador, a entender de la mayoría. Uno de los tertulianos destacó su defensa de la liturgia como medio para recuperar a la Europa laica y cada vez más atea que amenazaba al catolicismo. Restaurar un sentimiento de identidad católica, fuerte, musculoso. Era lo que se proponía el italiano. Intervinieron otros tertulianos y entre aportaciones, discrepancias y comparaciones, el Padre Carmona se durmió.
Soñó que una columna de humo salía de la pequeña chimenea que sobresalía, escuálida, en el techo de la Capilla Sixtina. !Fumata blanca! Veía cómo los pórticos del balcón más iluminado de la cristiandad se abrían de par en par con gran estruendo de pirotecnia y efectos sonoros especiales y tras ellos aparecía el nuevo Papa. !El italiano! Y vio cómo el nuevo representante de Dios sobre la tierra bendecía a la multitud congregada en la plaza. Y como luego señalaba hacia la cúpula de San Pedro y decía: mallaviraos católicos del mundo entero, la fe católica nunca será tan fuerte. Y acto seguido la cúpula de la basílica se abría en segmentos como los pétalos de una flor y de su interior emergía entre una nube de humo blanco un misil balístico intercontinental cargado con una ojiva nuclear.
El rugido de una multitud despertó al Padre Carmona. Miró a su alrededor. La plaza de Chañaral estaba llena a rebosar. !Habían venido todos!
–¿Fumata blanca? –le preguntó al feligrés que tenía sentado al lado.
–Déjese padre, que ha sido un golazo.
¡Gol, gol, gol!, aullaban todos. En la gran pantalla de vídeo, un delantero corría por la banda del campo de fútbol agitando los brazos.






Ignasi Raventós (Barcelona, 1958) ya de joven empezó a sentir un fuerte clamor en su interior. Un impulso que cobró bríos leyendo versos de Espronceda y se manifestaría, algo más tarde, en forma de relatos un tanto jocosos, e incluso de corte erótico (lo que le valió más de una reprimenda de sus profesores). Pasados ya esos años de pasión juvenil, el mundo real le reclamaba. Olvidadas sus inquietudes literarias empezó a estudiar Ciencias de la Información, carrera que al terminar le condujo –en parte, a reencontrarse con su vocación–, empezando a trabajar en una editorial, como corrector de estilo. Posteriormente, entró como creativo publicitario consiguiendo, durante más de dos décadas, cierto reconocimiento, lo que le permitió fundar su propia empresa.

Después de unos años al frente del negocio, cesó en el cargo y, después de vendérsela a su antiguo socio quiso orientar su vida hacia otras lares. Su primer día de libertad –como nos lo cuenta–: «[...] fui a una librería con la idea de comprar cualquier libro que me distrajera. Y el primer libro que toqué fue Viaje del Peregrino de Paulo Coelho. Y en sus primeras páginas, vi mi historia reflejada. Y las siguientes acabaron de convencerme de que debía retomar mi sueño olvidado. Debía convertirme en el escritor que siempre había querido ser. [...]». Desde entonces, se dijo a sí mismo que jamás volvería a dejar esa vocación perdida. Prueba de ello son los cien relatos que ha reunido, hace un tiempo, agrupándolos en su obra, Relatos aleatorios.



Relato, fuente para la reseña e imagen: ©Ignasi Raventós


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¿Tratados para escritores, hoy?

Si hace algunos meses reseñábamos en LDM la 2ª edición del ensayo metalingüístico El neomodernismo literario (del escritor Ángel Brichs), ahora lo hacemos con una obra, quizás algo más cómoda, tanto en el léxico como la dirección en la que se ideó (escritores y lectores): Quiero ser novelista (2010), de nuestro colaborador y amigo Ramón Cerdá.



Como asevera Cerdá en el preámbulo de este ensayo, la tarea del escritor reside más en una vocación personal que en una carrera profesional:





«[...] Personalmente pienso que un novelista—permíteme que a lo largo del texto utilice este término como sinónimo de escritor—no se fabrica, por supuesto puede y debe mejorar con el tiempo, pero es algo que uno lleva implantado en algún oscuro rincón del cerebro a modo de un chip de origen alienígena desconocido, y creo que se nace con ello, lo que ocurre es que uno a veces tarda años en darse cuenta de que lleva dentro de él ese minúsculo implante que le permitirá crear sus propias historias y compartirlas con el resto del mundo. Pero si eso no está dentro de ti, aunque sea muy escondido y pequeño, ningún taller de escritura podrá dártelo. Es algo que no se puede comprar.
¿Te he desanimado con mis palabras? Para nada. Si tienes la inquietud de escribir es porque de un modo u otro esa semilla ya está dentro de ti, solo debes dejar que aflore, buscarla si es necesario. Seguro que ese maldito chip lo tienes escondido por alguna parte. Escarba en tu interior [...]».
(Quiero ser novelista, pág. 10)


En este breviario, el autor analiza, quizá desde una perspectiva un tanto personal, algunas de las premisas que este valenciano ha usado en su carrera de novelista hasta conducirle a una madurez literaria que, como añade en el epílogo, dista mucho de llegar a su fin:


«[...] Hay un pensamiento bastante simple pero muy profundo a la vez que dice que si estás solo pendiente de tu futuro, de alcanzar esa meta que tanto anhelas, acabas por no disfrutar nada de tu presente, de manera que cuidado con eso también.
Ahora, cada vez que escribo algo disfruto al máximo de lo que escribo, cuando publico una novela, no importa que sea con una editorial modesta y con una distribución mínima, disfruto con esa nueva criatura que ha salido al mercado y que otras personas podrán leer. Disfruta del presente, pero mantén un ojo abierto mirando al futuro. El pasado ya no importa, salvo que seas historiador [...]».
(Quiero ser novelista, pág. 68)

 
Asimismo, también nos acerca un decálogo, con unas pautas muy definidas (las cuales le ayudaron a conseguir esa tan afanada plenitud literaria), y que pueden servir a todos aquellos curiosos, o escritores en sí mismos, que busquen algunas ideas para saber cómo optimizar el proceso de creación de una obra cualesquiera (desde el simple borrador inicial hasta la actividad promocional, una vez el libro ya se ha editado, para lograr aquella difusión que todo autor necesita); y en el intermedio, todo un alud de notas y aclaraciones, con una buena dotación de aforismos y frases de novelistas y escritores (la mayor parte, celebridades), que el autor ha reunido en una obra práctica que nos ayudará a comprender un poco más el oficio de escribir, que, como nos él mismo nos indica, es algo más que una profesión, ya que:

«[...] escribir, de un modo u otro es un arte [...]».
(Quiero ser novelista, pág. 7)


Título: Quiero ser novelista
Género: ensayo
Autor: Ramón Cerdá
68 páginas
Disponible, de forma gratuita (en formato pdf),
desde la web del autor:












Fragmentos e imagen: ©Ramón Cerdá
Reseña: ©LITERATURA DEL MAÑANA


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Agenda Cultural, IV. Exposicions i tallers (finals d'abril i mitjans de maig de 2011):

Exposició Aleph + Alfa = Omega, del pintor terrassenc Xavier Gonzàlez d'Ègara. Amb una visió potser més amorfa del que és habitual en aquest artista, tot endegant cap una metamorfosi en cos i esperit (amb certs capricis que l'han conduït als llimbs metafísics), però sense oblidar-se dels perfils geomètrics que l'han caracteritzat, refà llur postura existencial emprant una sinèrgia simbolista que —com defineix el comissari de la mostra, Carmine Benincasa, «[...] transforma la pintura en una arquitectura per a una narració històrica [...]»—. Inauguració: 30 d'abril a les 20.00 h, al Magazzini del Sale - Magazzino Gardini, Dorsoduro, 263, Venècia (Itàlia). L'expo romandrà oberta fins el 27 de maig d'enguany.










Poesia d'aigua, tinta i sorra. Taller a càrrec dels artistes japonesos Yoshihira Hioki i Mihoko Ono. Una activitat organitzada per la Fundació Antoni Tàpies en col·laboració amb la Casa Àsia. El proper divendres 13 de maig, de 19.00 h a 21.00 h a Casa Àsia, Avinguda Diagonal, 373 (Barcelona); i dissabte 14 de maig, d'11.00 h a 13.00 h, a la Fundació Antoni Tàpies, C. Aragó, 255 (Barcelona). Inscripcions fins el 6 de maig de 2011. Podeu confirmar l'assistència o sol·licitar més informació a través del Tel. de la Fundació: 93 487 03 15, o per e-mail a: asauri@ftapies.com


 
 
 
 
 
 

 


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martes, 19 de abril de 2011

Entrevista del director d'ENTRELOBOS a RUBRICATA

Àngel Brichs entrevista al director de la pel·lícula ENTRELOBOS al núm. 2344 de la publicació rubinenca, Rubricata:






Una bona manera de tancar un número que s'ha caracteritzat, en llur secció cultural, per transportar-nos als inicis de l'home fins a fer un recorregut pels llegats històrics on aquest ha deixat llur empremta (com el lector podrà comprovar al reportatge sobre el Museu Etnològic Vallhonrat de Rubí i a les quatre pàgines, a tot color, que emmarquen l'entrevista al cordobès Gerardo Olivares, director d'un dels èxits de butaca de l'any 2010 al nostre país: ENTRELOBOS).


Imatges: ©Wanda Films

lunes, 18 de abril de 2011

Diálogos con los autores, II: Enrique Ballesteros Fernández


La suma de nuestras experiencias no es más que la mezcla de errores y éxitos. Y en su conjunto, lo que conocemos como vida, la cual es más que un concepto físico, es la metamorfosis definitiva en la que podemos hallar el sentido mismo de nuestra historia.

Con un cierto paralelismo a la narrativa de suspense de serie B de los 70 y 80, la novela de Ballesteros trasciende a las arenas del tiempo, aproximándonos —de nuevo— a ese tópico del Carpe Diem, en que el informático (metáfora de ese hombre moderno) choca con el campesino ignorante, buscando una respuesta a aquellos misterios atávicos del hombre, y que le llevan a una búsqueda tan personal como es la historia de su propia vida. Ballesteros vuelve a usar el tan prolífico argumento de la novela del XIX, en la que los hábitos del hombre de ciudad se contraponen con la rutina campestre del villano, estableciéndose una mezcolanza de pasiones y realidades, que dan paso a toda una serie de razonamientos que Néstor, el protagonista de la novela experimentará, paulatinamente, en la venta La nada, una alegoría rural que se nos anunciará como el génesis de la vida humana. Algo tan visceral que, al tiempo, el autor refleja con un absorbente vocabulario y atrapante argumento en doble plano que se proyecta sobre la historia con un halo de misterio que seduce al lector por completo.

 
«[...] Se trataba de un estante en el que se colocaban, con un orden minucioso, los antepasados de los Buendía de generación en generación, del más reciente al más antiguo.

—Felipe II tenía una sala igual en El Escorial. Ese hombre tenía un imperio en el que no se ponía el sol; sin embargo, cada vez que caía la noche, se plegaba como cualquier insignificante mortal ante la mirada de sus ancestros, ante el peso de su linaje. Mire, mi único imperio esta aquí y es lo que ve. ¡El imperio de la existencia! [...]» Ancestra (pág. 28)



Con unos diálogos ágiles, el autor esgrime un argumento que mide su consistencia por el velo de misterio que traspúa. A ello, debemos sumarle toda suerte de ilustraciones en monocromo que aluden a lo indeterminado, y que simbolizan a lo eterno, quizás algo infantiles, aun origen y final de todo; un némesis que se expresa en el caserío La nada como una alegoría desconcertante de nuestra propia realidad. Allí, el pasado se funde con presente y a la inversa, y en derredor esa ameba que todo lo engulle llamada tiempo, y el significado que, en distintos prismas personales, entraña en cada uno de nosotros.

Ballesteros consigue mantener la atención del lector con una obra sencilla y un argumento no demasiado original, pero que transciende a la conciencia y a la vida, analizándonos el estado de las cosas y los principios del Ser. Algo tan lejano como próximo a nuestro tiempo. Realidades incorpóreas que siempre se han atribuido, en cierto modo, y con un amplio abanico de dudas razonables, a algunos de los conceptos filosófico-existenciales de nuestra civilización. Y todo ello, visto desde una palabra (Ancestra), que, como vemos al final de la novela, simboliza algo más que un lugar utópico donde se concentran los lazos históricos de una familia cualquiera. Nos damos cuenta de que la historia es una vía muerta sin el hálito que la lleva, el río que la hace durar en forma de ese «amor eterno» que es el nexo de unión entre presente, pasado y futuro:

«[...] Bajo los pinos, dos sombras minúsculas. Un par de seres que piensan, sienten, aman, luchan, dudan. Como todo lo que dejan atrás, como los mundos de los que les precedieron, como las almas que los han hecho posibles, como las almas que pensaron, sintieron, lucharon y dudaron antes que ellos. Una nube esconde el sol bajo miradas eternas. Eternas sí, porque así miraron sus abuelos, los abuelos de sus abuelos y sus antepasados todos [...]». Ancestra (pág. 203)






_La entrevista_

Cuando nos hablan de nuevos escritores, solemos mirar hacia las nuevas figuras literarias que aparecen, año tras año, en las librerías; en su mayoría novelistas advenedizos que han logrado algún galardón. No obstante, pocos somos los que ahondamos hacia esa extensa región donde habitan aquellos «misteriosos desconocidos», perdiéndonos la oportunidad de encontrar joyas como Ancestra, su recientemente publicada novela. ¿Qué le impulsó a escribirla?
Antes de nada darles las gracias por abrirme un hueco en este blog. La joya es formar parte de unos contenidos tan valientes como los de Literatura del mañana.
Pudo Ancestra comenzar contemplando, en los viejos álbumes familiares, las fotos del pasado, de nuestros abuelos, bisabuelos, etcétera. Entonces quizás en algún momento, no se por qué, uno se interroga, a uno le pica el gusanillo. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían? ¿Cómo vivían? Luego, en la vida, las vivencias, recuerdos, desengaños, miradas... el subconsciente o yo que se qué debe tener la facultad de crear algo que, como si fuese un parto, llega un momento en el que te pide salir y entonces no hay más que hacer. Lo que sea nace.


Un año después de su publicación, después del estímulo de las primeras presentaciones, ya el libro en el mercado, de igual a igual con el pavoroso número de nuevas publicaciones que nos ha traído el 2011, ¿qué valoración le haría?
La valoración es muy positiva, porque en este mundo sobrecargado y mastodóntico de la edición es muy difícil seguir manteniendo una obra en el punto de mira después de un año y Ancestra lo está consiguiendo. Cuando eso sucede, como en este caso, es gracias a la labor de los lectores que comparten sus comentarios en las redes sociales, o en blogs. Sin ellos sería imposible por mucha promoción y mucho marketing que hubiera.

Es posible encontrar, en el velo de misterio que encierra la obra, unos visos algo decimonónicos, siguiendo la línea expresiva de prosistas como G.A. Bécquer. ¿Cree que esta forma de narrar es propia de los escritores andaluces?
No creo, porque el panorama literario andaluz es enormemente rico como para asociarlo con un tipo de narrativa. No me canso de repetirlo: de existir crisis, esta está en la industria, no en la creatividad de los autores que salen a borbotones, aunque a veces nos enteremos a través de Internet y no a través de los cauces oficiales de editoriales, librerías, etcétera...

Sumergiéndonos en las páginas de Ancestra, encontramos un guión muy bien labrado, con unos personajes sencillos, dispares, pero que nos hacemos nuestros enseguida y, sin perder pasada, integrarnos en una historia que no tiene nada de original, aunque sí mucho por el estilo que se ha usado para narrarla. ¿Cuánto tiempo ha necesitado para dar a luz a su pequeño engendro?
Estuve desde principios de 2008 hasta mediados de 2009 dándole forma a Ancestra. Casi año y medio, no sólo de escribir sino también de interminables retoques, correcciones, revisiones, etcétera, para que tuviera la mejor (o más inquietante) cara posible.

Cuando hablamos de historia, en este género, el escritor se ciñe a la realidad (aun siguiendo su intuición para tejer su ficción particular). Sin embargo, cuando la historia se convierte en un elemento metalingüístico de la misma, ¿cómo se estructura?
Creo que hay que huir de formulismos a la hora de estructurar una historia. Cada una tiene su alma y lo que funciona en unos casos lo arruinaría todo en otros. El autor tiene que tener la suficiente habilidad para darle a cada historia lo que esta le pide: los tiempos, las esperas, los silencios. Eso no siempre es fácil, pero cuando se consigue se gana mucha autenticidad.
En el caso del asunto histórico creo que lo importante es saber de qué estás hablando, echarle muchas horas de documentación para que todo sea creíble y después poner todo eso a disposición del alma de lo que estás contando.

Ancestra, al margen del concepto utópico al que obedece, ¿qué es?
Ancestra es ese paraíso perdido que todos llevamos dentro, ese pudo ser y no fue, esas ilusiones convertidas en fantasmas, que creo que todos debemos de hacer, al menos, el esfuerzo de mirar a los ojos, de asomarnos a esas catacumbas del alma donde habitan los monstruos para poder ser de veras nosotros mismos.

¿Qué es más necesario, vivir de los recuerdos o crear nuevos?
Para crear nuevos recuerdos es necesario contar con los antiguos. Hasta los físicos nos están diciendo que el tiempo no es lineal, como nos habían contado. Sin los recuerdos y la memoria todo aquello que creáramos estaría sustentado por el vacío.

Por último (dándole las gracias por su participación aquí) díganos, ¿nos tiene preparado algún nuevo título en un futuro próximo?
Sí, de hecho ahora estoy inmerso en una nueva novela sobre el tema de la identidad que, confío, saldrá a la luz en el próximo año.

 

Licenciado en Biología por la Universidad de Málaga, Enrique Ballesteros Fernández es uno más de aquellos nuevos literatos que hemos visto nacer en los últimos años, sujeto a esa tendencia (o condición humana) que hace que muchos individuos se salten la tangente y no se pongan sólo a escribir, sino que acaben publicando. Ballesteros no es la excepción a la regla sino uno de esos nuevos escritores, aún por descubrir. Y Ancestra, su primera novela, la muestra clara de ello.














Título: Ancestra

Novela
Éride ediciones (2010)
Precio: 15 €
Autor: Enrique Ballesteros
208 páginas
ISBN: 978-84-92732-60-9
Información y venta:
(descargables, gratuitamente, los dos primeros capítulos desde la web del autor)



 

Reseña y entrevista: ©LITERATURA DEL MAÑANA
Fotografías y fragmentos de la novela: ©Enrique Ballesteros Fernández





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domingo, 17 de abril de 2011

"Shalom Sefarad": todo un éxodo literario

Siguiendo el camino de autores como Noah Gordon o Peter Berling, G. H. Guarch nos desvela las andanzas de David Meziel, un médico sefardí de Toledo que vivió de cerca el éxodo provocado por el edicto de los Reyes Católicos. Una etapa poco tratada de nuestra historia, que, escrita en clave de novela de aventuras, cobra vida en esta sin par obra bastiendo, al fin, ese período histórico que cambiaría España para siempre. Con el muy usado recurso formal de narrar en pasado desde el presente, el protagonista nos descubrirá a lo largo de las más de 350 páginas de la novela (a modo de diario), las apasionantes peripecias por el mundo de la época, tan sujeto al género de viajes como prolífico en el aventurero. Y ello el autor lo hace con un lenguaje práctico, aunque no exento de una rica sartén de academicismos que infunden rigor y belleza a la obra, la cual también nos deja un marcado gusto poético a la hora de ensartar las frases en un contexto histórico donde el trabajo del novelista (como siempre en este tipo de obras), consiste en una doble tarea: de una parte, ser genuino en el contexto seudoinventado (ello asiendo un lenguaje actual sin dejar de lado un vocabulario que haga remontar al lector a la época en que ocurre la acción); y de otra, crear una atmósfera que sumerja al lector en la misma época (tarea ardua que requiere un exhaustivo trabajo de investigación). Algo que Guarch nos muestra con un estilo académico poco puritano, utilizando un léxico sencillo, evitando sobrecargamientos retóricos y añadiendo una agilidad capitular con una fuerta dosis de acción y una proliferación masiva de escenarios sugerentes, pero huyendo de estilos más comerciales que dan poco credibilidad a la Historia y sí al contenido.


«[...] Cuando escribes una síntesis histórica (ensayo), puedes ser todo lo original que quieras, pero cuando a ella le añades un argumento (novela), te tienes que meter, no sólo en la piel del personaje inventado sino coger la máquina del tiempo e irte a vivir allá. Y para lograr el máximo rigor en éso, el lenguaje es fundamental. Al margen del trabajo agotador que requiere este tipo de género, por más, el autor debe de proyectar una vena lírica especial (ser doblemente escritor), ya que de lo contrario puede caer, como tantos, víctima del academicismo y de la parquedad léxica. En fin, saber desmitificarlo todo para conjugar, sin perder esencia ni estilo, una lengua viva, natural, que ha de llegar al lector tanto en forma como en contenido, pero sin cansarlo [...]».                     Ángel Brichs (crítico literario)



A modo de resumen...
En el primer capítulo, la familia de David (el protagonista principal) es asesinada, víctima de uno de los progromos que asolaron la España de la época. De allí, y ya en el segundo capítulo, Salomón Benassar objetiviza acerca de su situación y le insta hacia su próximo fin: la huida, no sin antes prepararle el terreno (si tras la fuga de su casa se había hecho hombre, con Salomón se había convertido en estudiante). Ahora ya estaría preparado para vivir en un mundo incierto, ávido conocedor de las leyes que en él habitan. Un léxico muy entendedor nos sigue relatando historias temibles y, en El monasterio (capítulo 3), de expulsiones y saqueos, torturas y quema de infieles, pero ante todo, apercibiendo la finísima capacidad para la supervivencia, y profundo sacrificio, que ha caracterizado desde antaño al pueblo elegido. Aun lejos de vivir en armonía y comodidades, no pierden las tradiciones que acuñan su religión. Más allá, salvajismo, asesinatos, ganas de vivir. Y allí, en la nueva casa de Dios, encontrarían a los criptojudíos (falsos conversos); monjes de ascendencia judía, que, adoptando nuevos nombres cristianos podrían seguir con sus vidas, entre las insignes fauces de sus brutales perseguidores. En ese monasterio, Meziel aprende a dudar y a saber escoger, comprendiendo además, si cabe, los misterios que se esconden tras los frágiles ladrillos de esa gran biblioteca sacra. Allí descubre que el mundo no es tal y cómo se lo imaginaba, sino mucho más absurdo, frugal e, irreflexivo en muchas realidades y antagonismos que, escapan de la razón y añaden visos de fanatismo, más viejos que el hombre, y fáciles de controlar por aquél...


«[...] La forma de relatar del autor, muy conservadora y más propia de descripciones sumarias y resúmenes protohistóricos, denota su formación religioso-académica, y cierra filas hacia una posible evocación realista de un cuadro de costumbres de los personajes, y sus quehaceres, que puntúan la historia, la cual lo convierten en un ensayo novelado, a símil de una novela de aventuras por entregas, que, a su tiempo, poco ha cambiado en su aspecto formal (tanto en léxico como en estilo), respecto a ésas, tan propias de los 70 y 80 [...]».  Ángel Brichs



 
Acerca del autor...
Arquitecto, premiado (entre otros galardones) con la medalla de oro al Mérito Cultural de la República Armenia por su novela, El árbol armenio. Ha sido Premio de Narrativa Vicente Blasco Ibáñez, 1997, es asiduo colaborador en prensa y un habitual de la novela histórica con varios títulos a sus espaldas. En Shalom Sefarad, incursiona en el difícil plano de las relaciones históricas entre cristianos y judíos en época de los Reyes Católicos. El tratamiento que suele dar a sus novelas raya entre la anécdota y un historicismo subjetivo, con un lenguaje muy fácil de captar al lector. Como nos dice Ioram Melcer, traductor de la novela al hebreo: «[...] se trata de un libro que toca la médula de la identidad de los españoles, de los hombres mediterráneos, de los judíos, moros y cristianos que formamos aquella España y que de variadas maneras siguen encontrándose en el día de hoy [...]».





Título: Shalom Sefarad, el médico sefardí
De la reseña: (2ª edición)
Autor: Gonzalo Hernández Guarch
Editorial Almuzara, 2007
ISBN: 84-96710-13-0
379 páginas
Precio: 21,95 €
Información y venta:




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