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sábado, 10 de diciembre de 2011

Retratos artísticos: Xavier González de Egara

«[...] Amo el fuego desde que era niño. Cuando todavía no había cumplido un año, me arrastré en dirección al fuego en el que mi abuela tenía hirviendo una olla llena de agua, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, mi abuela tropezó y el contenido de la olla se vertió sobre mi cuerpo. Estuve más de un mes literalmente atado a una cama para curar las graves quemaduras. Años más tarde, he visto como el fuego incineraba seres a los que he querido, y en consecuencia me conecta con la pérdida, o distintas pérdidas de la inocencia. Cuando pinto con fuego tengo la sensación de que en cualquier momento algo me será arrebatado y, al mismo tiempo, concedido [...]».
Xavier González





 
En un momento difícil para muchos, el cual también se ha cebado con aquellos que viven con y para la pintura, creadores como el internacional egarense Xavier González de Egara continúan mostrando su impronta en diferentes galerías del mundo; eso sí, apretándose el cinturón, lo que en el mercado del arte de los últimos años viene a ser ya, en sí mismo, una tendencia. Con motivo de las nuevas exposiciones europeas (en Berlín y Venecia) que ha realizado en el último año y medio, la redacción de LITERATURA DEL MAÑANA quiso intercambiar unas palabras con el catalán:





En su última exposición, nos descubre una nueva afección artística que busca unir dos amores: el espiritual y el físico. Pero, yendo más allá de esta dualidad existencial, ¿ para ti, qué representa el amor en sí mismo?
A mi modo de ver, en la experiencia del amor confluyen la capacidad de amar y de querer. En la primera se nos rebela un estadio en que el ser, al quedar involuntariamente dominado, alcanza la armonía natural de la existencia: la subyugación. No nos pertenecemos, pero precisamente por esta dependencia podemos configurar en la razón por lo menos un par de dimensiones: la del «yo» y la del «todo lo demás». No sabemos que es ese «todo lo demás», pero sentimos que el ánimo nos llega de ahí, y que nosotros también podemos «ser ahí», más allá de nosotros mismos. Dicho de otra manera, si pudiéramos experimentar el amor cuando nos viniera en gana seríamos «el todo». Entonces nace el querer, deseamos perpetuar la emoción en este primer estadio; poseer el «todo lo demás». Justo ahí se forma la consciencia, o pérdida de el paraíso; no somos el todo. Qué difícil es querer, por cuanto más no hacerlo. No todo acaba con esto, después debería llegarnos la humildad, le seguiría la satisfacción y finalmente nos rendiríamos en continua e incorruptible alabanza a ese gran todo que nos incluye. «Amor supremo», que diría John Coltrane.


Para llevar a cabo tus últimas creaciones (cosa que se refleja en las tonalidades y aspectos cromáticos de tus obras) has decidido emplear elementos naturales. Algo que, quizás se contrapone con tu línea geométrico-cubista anterior, más sujeta a un estricto código matemático (sustrato de la evolución tecnológica que nos ha traído el s. XXI), que en una regresión primitivista a la que está derivando tu obra actual. Defínenos ese cambio...
En mi primera etapa geométrica, de connotación cubista durante siete años, ¡pobre de mí!, quería ver el modo en que se unía al círculo la imagen y en qué punto, ¡a lo Dante!, pero nada de nada: no hay imagen en el mundo interpretado. La poesía de Hölderlin me ayudó a comprender «que sea la naturaleza la que termine la imagen de los tiempos...», dejé entonces que en mi ejercicio participaran elementos vivos   —fuego sobre todo— para poder estar también allí, en el milagro de la subyugación. Amo el fuego desde que era niño. Cuando todavía no había cumplido un año, me arrastré en dirección al fuego en el que mi abuela tenía hirviendo una olla llena de agua, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, mi abuela tropezó y el contenido de la olla se vertió sobre mi cuerpo. Estuve más de un mes literalmente atado a una cama para curar las graves quemaduras. Años más tarde, he visto como el fuego incineraba seres a los que he querido, y en consecuencia me conecta con la pérdida, o distintas pérdidas de la inocencia. Cuando pinto con fuego tengo la sensación de que en cualquier momento algo me será arrebatado y, al mismo tiempo, concedido (la inocencia y la consciencia). Siento que en ese fuego habita todo aquéllo que he metido, y en el resto, como una ascua separada de la hoguera, el mundo en su verdad.

Como expresión, el pintor de nuestros días, digamos que yuxtapone su talento a una combinación (cual collage), de las diferentes tendencias que han marcado a ese gran universo artístico. Esa intersección, que preserva en la experimentación académica la excusa oficial para decir adiós a la bohemia, ha secuestrado a ese narcisista e incansable creador para convertirlo en un objeto de consumo más de nuestra sociedad. ¿Es por eso que has escogido Venecia (una de las cunas del arte) para contrarrestar esa norma?
Este pasado invierno lo he pasado atrincherado en mi taller de Berlín, entre serrines y disolventes, lavándome a fuerza de calentar ollas a veinte grados, y un largo etcétera de cosas de esas por las que estaría dispuesto a perder mi salud a cambio de no perder mi libertad. Todos los días durante un año he pintado al rededor de doce horas; ¡más contento que unas pascuas! Obviamente mi pintura no es comercial, pero si se refiere a por qué he dejado a un lado mi «virtud técnica» o el efectismo a secas, te diré que me aburría sobremanera, que me parecía facilón, que detesto al espectador facilón, que en mi primera etapa lo vendía todo, que tras romper con mi primera etapa no vendía nada, que antes, pijos esnobs de poca monta, me ofrecían exposiciones en New York, Sangái, y demás ciudades tumba (siempre fue mentira), y que ahora, por ejemplo, un pastor que lleva trabajando veinte años en una interpretación sobre el Génesis, desde Seattle, me pide si puede utilizar mis pinturas para ilustrar su preciado trabajo, o recibo la sincera felicitación de un pintor judío, con todo lo que eso significa, o la extensa crítica de uno de los más reconocidos profesores de teosofía en Europa; el mismo que me propuso exponer en Venecia. No es que me reivindique, pero teniendo en cuenta de que el dinero me importa muy poco, te diré que no hablo de los demás porque no tengo la menor idea de a qué responden, qué los moviliza y adónde se dirigen. Eso que algunos llaman progreso me pone de mala sombra (a carcajada limpia), el «arte moderno no existe», y el único sistema que me reconoce es el de los cuatro elementos de toda la vida.


El éxito que ha suscitado tu obra, y los apoyos que has encontrado en la crítica, han definido tu trabajo como una variante artística necesaria para la evolución de la escena pictórica actual. Pero, dinos: ¿ cuál debe ser el objetivo del artista de hoy? Y, lo que es también importante, ¿la creciente crisis ha hecho mella en él? ¿Cómo te enfrentas a ese cambio?
Insisto en que sólo puedo hablar por lo que a mí concierne: mi objetivo es el de dar gracias por la existencia, y me gusta hacerlo con pintura, desde que era un niño, claro. En cuanto a lo que a crisis se refiere, en general y exagerando un poco, intuyo que actualmente sólo pintan los pintores. A nivel personal, vender menos me permite realizar más exposiciones; llegar a más gente, en definitiva, no tener prisa por terminar las obras, disfrutar del ejercicio en sí, y tener tiempo para la reflexión, lo que da un margen para la autocrítica. Eso sí, he cambiado mis Jordan N1 por unas alpargatas comodísimas, y los gin tónics por un tablero de ajedrez, afortunadamente.


En cuanto al futuro, ¿qué novedades nos tiene preparadas Xavier González de Egara?
Tras la exposición que inauguré el pasado agosto en la SevenStar Gallery de Berlín, seguiré trabajando en el Génesis; además, tengo la intención de incorporar nuevamente color a mis pinturas...






De carácter y profesión autodidacta y, como diría el pintor Modest Cuixart al contemplar su obra, «de la academia real, la de arriba, en inseparable unión con lo metafísico», Xavier González de Egara (Terrassa, 1980) es uno de los creadores catalanes de más proyección internacional. Su trayectoria, algo tardía pese a su edad, empezó con su particular descubrimiento de la pintura en la entidad terrasense de Los Amics de les Arts en 1999. A partir de ello, y tras unos años de búsqueda y racionalización de los distintos estilos pictóricos que le han permitido desarrollar su arte, en 2003 realizó su primera exposición en la prestigiosa Galería Gothsland (Barcelona). Posteriormente se trasladó a Berlín donde hasta 2007 vivirá, regresando a Barcelona a menudo para participar en alguna exposición. En la capital alemana descubriría algunos de los poetas románticos y existenciales, los cuales aportarían esa visión cosmogónica que podemos apreciar en la obra de González.
Gracias al patrocinio de algunos coleccionistas que invirtieron en su obra, se trasladaría a Nueva York, participando en exposiciones colectivas, vendiendo algunas obras y relacionándose con la bohemia de la metrópolis usense. Medio año después de su llegada, decidió aislarse durante un año entero en Cadaqués (Gerona), pintando, escribiendo y experimentando la naturaleza, revolucionando su forma de entender la pintura mediante la inspiración que halló en la relectura del Génesis. La obra resultante de ese cambio fue exhibida en la Sala de Arte Van Dick de Gijón, en 2009.
Con voluntades y esperanzas renovadas, y gracias a la aceptación que recaba su obra, trabó amistad con el prestigioso crítico de arte Carmine Benincasa (fruto de ello sería la publicación de un monográfico dedicado a la obra de González en la revista Cahiers d’art, 2011).

González, instalado en Berlín desde 2009, tras conseguir entrar en la galería SevenStar de la capital alemana, dejando ya atrás algunas de las actividades que le permitieron lograr nombre y reputación (Taller de Veu de Llum al Naumon en el barco de la Fura dels Baus en Barcelona, en 2006; exposición Arquitectures del foc vençut, en la galería barcelonesa Gothsland, en 2004; exposición Nach der Blume en la Silberblau Gallery de Berlín, en 2003); en los dos últimos años, consolidando su carrera ya en solitario, ha destacado en dos grandes exposiciones (las cuales ya anunciamos en la agenda de LITERATURA DEL MAÑANA: Aleph+Alpha=Omega, en la galería Ca' D'Oro en Venecia, 2010 y Thaumazein, en la SevenStar Gallery de Berlín, 2011).






Entrevista: ©LITERATURA DEL MAÑANA
Imágenes:  ©Xavier González de Egara + (exposición Thaumazein, SevenStar Gallery de Berlín; agosto de 2011)


Para saber más:
www.gonzalezdegara.com




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1 comentario:

freeclassifides dijo...

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